NUESTROS DÍAS
DE GLORIA
Personajes:
SADIRA,
princesa mora.
RODRIGO,
soldado cristiano.
FARIS,
hermano de Sadira.
HAKEM, padre
de Samira y
sultán de
Hanteq.
SABINAH,
criada.
ANEESA,
criada.
FERNANDO,
general cristiano.
AZHAR, madre
de Sadira.
Soldados
moros y cristianos, consejeros y demás
gente cercana
al sultán.
La acción
ocurre en Hanteq, escenario bélico de enfrentamientos
comunes entre
árabes y cristianos.
ACTO I
(La acción
ocurre en el jardín del palacio del sultán. Sadira, la bella hija
de Hakem, monarca de la región de Hanteq, está leyendo una moaxaja
mientras Sabinah, su criada, le peina su largo y moreno cabello.)
ESCENA I
VOZ
EXTERIOR: ¡Princesa! ¡Princesa! ¡Déjame entrar para contemplar
tus ojos! ¡Para decirte lo bella que eres y lo mucho que me
arrepiento de haber nacido bajo sangre cristiana, pues no puedo
corresponderte!
SADIRA: ¿Qué
son esas alarmantes y desesperantes voces?
VOZ
EXTERIOR: ¡Princesa! ¡Oh, princesa! ¡Si tan solo supiera tu nombre
para poder grabarlo en mi memoria! ¡Si tan solo lo supiera!
SADIRA
(enfadada): ¡No puedo concentrarme! Por favor, Sabinah, ve a ver
quien molesta más de la cuenta allá fuera.
(Entra Aneesa
cuando Sabinah hace el amago de salir del jardín)
ESCENA II
ANEESA:
Señora mía, un loco majareta intentó entrar anoche en el palacio,
y hoy sigue insistiendo en hacerlo. ¡Está ahí fuera dando voces
como un condenado!
SADIRA:
¿Quién es?
ANEESA: Se
hace llamar Rodrigo. Mi sabia conciencia me hace saber que no es
bueno que lo conozcáis.
SADIRA: ¿Por
qué no puedo conocer al culpable de este escándalo?
ANEESA: Es
cristiano, señora. Vuestro padre os ha prohibido que os acerquéis a
todo ser viviente con sangre cristiana.
SADIRA:
Tienes razón. Tengo que ser prudente. Mi padre puede verme en
cualquier momento si decido llamar la atención a ese canalla. ¡Dile
que se vaya!
ANEESA:
Enseguida, mi señora.
(Sale Aneesa.
Las voces se paran tras unos minutos. Después, la criada vuelve)
ANEESA: Está
llorando.
SADIRA:
¿Llorando? ¿Qué le pasó ahora?
ANEESA:
Insiste en veros. Dice estar enamorado profundamente de usted.
SADIRA:
¿Enamorado de mí? ¡Eso es un disparate! Ese hombre no me conoce.
ANEESA: Dice
haberos visto por los jardines de vuestro padre, paseando con una
elegancia y una realeza propias de la perfección.
SADIRA: Está
bien. Ya que no se calla iré yo misma a decirle que se vaya.
SABINAH:
Pero, mi señora, no puede hacer eso. ¡Os puede ver algún soldado o
vuestro padre!
SADIRA:
Andaré con cuidado. Ese caballero ha despertado mi curiosidad. A lo
mejor después de verme se digna a marcharse.
(Sale la
princesa)
SABINAH: ¡No
sabe lo que hace! ¡Van a descubrirla!
ANEESA:
Tenemos que avisar a su madre. Ella sabrá que hacer.
SABINAH:
Vamos, vamos.
ESCENA III
(Entra Sadira
un poco asustada, y ve a Rodrigo sentado entre los arbustos,
secándose
las lágrimas).
SADIRA: ¿Me
querías a mi?
RODRIGO:
¡Bendito sea el cielo! ¡Dios ha escuchado mis plegarias! ¡Te he
vuelto a ver!
SADIRA: No
te conozco de nada, cristiano. Qué quieres de mí.
RODRIGO: Lo
que yo quería de ti ya lo tengo.
SADIRA:
Entonces, ahora que he hecho acto de presencia, volverás a donde
perteneces. Si algún soldado de mi padre te descubre entre estas
hierbas tan próximas a palacio, te matarán.
RODRIGO: No
me importa morir ahora que mis deseos se han cumplido.
SADIRA
(impaciente): ¡Vamos, vamos! ¡Debes irte! ¡No diré nada!
RODRIGO: ¿No
vas a delatarme? ¿Ni siquiera a nombrarme?
SADIRA: No
te conozco de nada. Y yo no sé de qué me conoces a mí, pero no voy
a condenar a un hombre que sólo quería verme en persona.
RODRIGO
(acercándose): Pero...soy cristiano. Soy tu enemigo. Soy malvado.
SADIRA: Hace
nada estabas llorando porque no podías verme. Sufrías porque la
persona de la que estás enamorado no acudía en tu consuelo. No
debes de ser tan malvado.
RODRIGO:
Entonces, ¿crees mi sincero amor?
SADIRA: Sí,
lo creo. Pero yo no te amo...y debes irte.
RODRIGO:
¡Déjame demostrarte que el amor no entiende de batallas, ni de
razas!
SADIRA: Por
favor, no me lo hagas más difícil...
(se oyen
pasos ligeros)
SADIRA: Debo
irme, ¡tú también te tienes que marchar, o si no te matarán!
¡Vete, loco, vete!
RODRIGO:
¡No! ¡Vente conmigo! ¡Te llevaré a un lugar donde estés a salvo
conmigo!
SADIRA:
¡Tienes que irte! ¡Debes olvidarte de mí! ¡Adiós, adiós!
RODRIGO:
¡Dime al menos tu nombre, dímelo!
SADIRA:
¡Adiós!
(Sale)
RODRIGO:
Estoy más dolido de lo que estaba cuando aún seguía en su
jardín...¡Qué voy a hacer! Me enamoré de la persona equivocada en
el momento más equivocado. Y ahora que ella ha hablado por primera
vez conmigo en persona, los pasos del Infierno la han ahuyentado y se
ha ido. Pero se ha despedido de mí, y eso es un avance. Estoy seguro
de que puede llegar a ser mía, así que no dejaré de intentarlo,
hasta morir. ¡Mañana por la noche, sí! ¡Mañana por la noche
entraré en su habitación haciéndome pasar por su criada, y
aquellos corazones que latían y que lloraban mil ríos de cristal
por ella no la volverán a ver más! ¡Yo mismo la libraré de su
prisión de piedra! ¡Jurado por el Altísimo queda!
(Sale
corriendo)
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