ACTO II
(La acción
ocurre en la habitación de la princesa Sadira la noche del
día
siguiente. Entra su madre toda angustiada y preocupada con las
criadas:
una es
Sabinah, y otra desconocida.)
ESCENA I
SADIRA:
¡Madre, que grata tu visita a mis aposentos!
AZHAR:
Calla, calla. Cierra la boca y escúchame bien. No hables hasta que
yo haya acabado.
SADIRA: Mis
oídos a tus pies, señora.
AZHAR
(nerviosa): Escucha, niña. Sé que ayer te viste con uno de esos
cristianos que tanta sangre están derramando en nuestros
territorios. No te atrevas a negarme tal osadía, pues Aneesa y
Sabinah me lo han contado todo. ¿Cómo puedes estar tan
descerebrada? Imagínate que te hubiera descubierto un soldado o tu
propio padre, que tanto gusta de pasear por el jardín. ¡Oh, hija,
no sabía que eras tan desobediente! ¡Ni la menor idea tenía!
SADIRA:
Madre, solo fui para decirle que se marchara. Estaba dando voces y
nos estaba molestando a mis criadas y a mí.
AZHAR: ¿Por
qué no avisaste a la guardia? ¿Por qué te expusiste a que esa rata
te matara?
SADIRA:
Madre, no soy una prisionera. Tengo permiso para circular por
palacio. Y ya no soy una niña, así que sé perfectamente que no
debo de confiar mis secretos a extraños enemigos.
AZHAR
(abrazándola): Yo sólo quiero que estés bien, hija de mi alma. ¡No
lo vuelvas a hacer! Haremos oídos sordos respecto a esto delante de
todos, y fin.
SADIRA
(llorando): Jurado por lo más sagrado.
(Se va Azhar)
SADIRA
(sentándose en la cama): ¡Ay, que desgracia! ¡Qué desgracia!
SABINAH:
¿Algún problema, señora?
SADIRA:
Sabinah, he esto pensando tanto...y creo que caí en mi peor
error...el error que me llevará a mi desgracia y a mi vergüenza.
SABINAH:
¿Qué tiene?
SADIRA
(mirando a la otra criada): ¿Quién es esta criada? ¿Es nueva?
CRIADA:
Señora, su madre solicitó mis servicios para usted.
SADIRA: Tu
aspecto es extraño. Me resultas familiar. ¿Nos hemos visto antes?
CRIADA: No,
mi señora.
SADIRA: Tu
acento me suena tan familiar...
SABINAH: No
sé de ninguna criada que haya sido solicitada por vuestra madre.
(Se hace el
silencio)
SABINAH: ¿Me
contaba algo que le inquietaba, señora mía?
SADIRA: Ah,
ah, sí, sí, Sabinah...Tengo que contarte algo, algo que agita mi
corazón hasta los límites más extremos.
SABINAH:
¿Qué ocurre?
SADIRA:
Ayer, cuando fui al encuentro de ese joven caballero cristiano, algo
en su mirada me inquietó. Al principio creía que era miedo, pues
era enemigo de mi padre, y por lo tanto, enemigo de mi sangre. Pero
luego me di cuenta de que era algo más, algo que no podía describir
con palabras. Sus palabras me conmovieron que cuando me despedí de
él, sentí que no lo iba a volver a ver más; y eso, aunque no te lo
puedas creer, me estaba doliendo en el alma.
SABINAH: Oh,
señora, ¿no será que tiene mal de amores por ese soldado?
SADIRA:
¡Temo pensar que pueda haber quedado prendada de sus ojos!
SABINAH:
¡Qué desgracia, señora mía! Vuestro corazón enjaulado en sangre
cristiana. ¡Qué desgracia cuando se entere vuestro padre, o vuestra
madre!
SADIRA: Por
favor, Sabinah, no digas nada. Te cedo este tesoro para que lo
guardes hasta la tumba.
(La criada
desconocida se quita algunos ropajes
y se descubre
que es Rodrigo. La princesa y su criada
se
sorprenden)
SABINAH:
¡Sangre cristiana! ¡Sangre cristiana!
SADIRA:
¡Baja la voz, cabra loca! ¡Cállate!
RODRIGO: No
he podido evitar descubrirme al oír que estás enamorada de mí, un
vulgar soldado...no lo merezco.
SADIRA: Te
ganaste mi corazón por tus palabras. ¿No serás un mago de esos que
embelesan con sus vocablos?
RODRIGO:
Sólo soy un humilde cristiano perdidamente enamorado de su flor
mora.
SADIRA: ¡Qué
palabras tan dulces! Me haces olvidar la rebeldía de los de tu
especie.
RODRIGO: Yo
sólo te pertenezco a tí. ¡Entré disfrazado para llevarte conmigo
y huir de aquí, fuera de guerras y sangre derramada! Vayamos allá
donde nazca el Sol, allá donde no haya violencia...
SABINAH:
¡Viene el sultán! ¡Viene vuestro padre!
SADIRA:
¡Escóndete, escóndete! Y luego hablaremos.
(Rodrigo se
esconde en un armario cercano)
ESCENA II
(Entra el
sultán)
HAKEM: ¡Mi
bella y estimada hija! ¡Precioso el vientre que te dio la vida y
preciosa tu cara de ángel celestial!
SADIRA: Oh,
padre, en mal momento vienes a verme.
HAKEM: ¿Qué
te ocurre, mi delicada doncella?
SADIRA: Me
encuentro muy mal. Debes de llamar al médico, porque tengo el
vientre agitado...
HAKEM: ¡No
te preocupes, Sadira, hija mía, mis buenas noticias te quitarán
todas los dolores!
SADIRA: ¿Qué
es?
HAKEM: ¡La
semana que viene procederemos a darte en nupcias!
SADIRA: ¿En
nupcias, mi señor? ¡Pero si soy muy joven para casarme! Os ruego
paciencia, padre.
HAKEM: Debes
obedecer a tu padre, Sadira, ya que él siempre piensa lo mejor para
ti. ¡Alégrate! ¡Baila! ¡Canta! ¡Mañana celebraremos un banquete
para celebrarlo!
SADIRA: ¿Y
quién es mi futuro prometido?
HAKEM: Es
sangre tuya lejana, y su nombre es Faris. ¡Mi hijo de distinta
madre! ¡Un noble de buen linaje!
SADIRA
(fingiendo): Mi alma queda tranquila y alegre por esa agradable
noticia. Ahora quiero descansar, padre...si me disculpáis.
HAKEM: ¡Sí,
sí! ¡Buenas noches tenga tu corazón, que descanse tranquilo! ¡Ya
que la semana que viene tendrá dueño!
(Se va)
SADIRA
(llorando en los brazos de Sabinah): ¡Qué voy a hacer! ¡Qué voy a
hacer!
SABINAH:
Tranquila, señora, ya pensaremos en algo.
RODRIGO
(saliendo del escondite): ¡Sadira, ahora que sé tu nombre he de
decirte que te protegeré con la armadura de mis entrañas! ¡Vente
conmigo y crucemos el puente hacia las estrellas!
SABINAH: No
puedo irme...no puedo dejar a mi padre...
RODRIGO:
¿Abandonas al amor de tu vida y te quedas con el hombre que te tiene
cautiva?
SADIRA: Toma
tus ropas, y vuelve a vestirte. Hazte pasar por el servicio hasta
mañana por la noche, en el banquete. Y después de la celebración
me iré contigo. Me iré contigo para no volver. ¡Tú me harás
libre de toda esta guerra de sangre!
RODRIGO:
¡Hoy los corazones de la princesa Sadira y el soldado Rodrigo están
de júbilo!
SADIRA: Oh,
Rodrigo, ¡mi corazón ya es tuyo! ¡Cógelo con un beso!
(Se besan)
RODRIGO: He
de irme para no sospechar, pero mañana ningún disfraz me alejará
de ti, porque serás libre junto a mí.
SADIRA: Tú
eres mi libertad. Hasta entonces.
(Rodrigo
vuelve a vestirse y se va junto a Sabinah,
y ambos dejan
que la princesa proceda a acostarse)
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